Cuando piensas en visitar Bélgica, seguramente se te pase por la cabeza la famosa ciudad de Brujas, el Atomium de Bruselas o el popular Manneken Pis. A menos que pases una larga estancia en Bélgica o sientas curiosidad por sus pequeñas ciudades, no se te ocurrirá visitar algunas de las pequeñas ciudades o pueblos que esconde Flandes. Durante nuestro viaje a Bélgica, usamos Bruselas como punto base. Desde ahí visitamos Brujas y Gante, siendo la imponente Gante la que siempre recordaremos. El último día del viaje, así, de repente, surgió Malinas.
Malinas es una pequeña ciudad al norte de Bruselas, a medio camino de la conocida Amberes. Teníamos un pequeño debate entre Lovaina y Malinas, y finalmente Malinas ganó.
Sin muchas expectativas puestas, más que las de disfrutar nuestro último día en Bélgica, volvimos a la Estación Centraal para coger un tren que nos llevaría a Malinas.
Como en todo lugar, podemos marcarte una ruta o puntos a visitar, dado que algo hay de interés. A nosotros, Malinas nos robó el corazón y lo hizo sencillamente con sus calles.
Descubrimos el tesoro de Malinas
Recogida, calmada, presumida y con muchas bicicletas. Así es Malinas.
Desde la estación Mechelen-Nekkerspoel, cruzamos el río y nos metimos por una de las callecitas de Malinas. Expectantes, sin mucha fe en ella, íbamos caminando pasando por una calle sin mucho a destacar. A nuestra izquierda vimos una tienda de videojuegos enorme y ahí surgió la broma: “¡Jolin! Si tuviéramos que irnos a vivir a Bélgica, aquí sería perfecto!”. En frente, admiramos la iglesia de San Pierre y Paul, una iglesia de estilo barroco construida por los jesuitas en el siglo XVII.
Seguimos nuestra ruta, empezando a divisar la parte posterior del ayuntamiento. El Ayuntamiento de Malinas era uno de los puntos que nos llamaban la atención. Todo ayuntamiento suele ser un edificio aburrido donde a nadie le apetece ir a hacer el papeleo pero aquí sí. Cualquiera que lo vea no se imaginaría la función que cumple. Su parte derecha es la más antigua. No acabó de ser construida y por ello no tiene campanario. Su parte izquierda, la más moderna y ostentosa, es la que llama la atención. Podéis perder minutos y minutos observando los detalles arquitectónicos y ornamentales que tiene. Se empezó su construcción en el 1525, con Carlos V, y se finalizó en el siglo XX siguiendo las indicaciones de los planos originales.
El ayuntamiento se encuentra en la Grote Markt, la plaza del mercado. Situados en el centro de ella, no sabíamos que fachada admirar más. La construcción típica de la zona hace que cualquier edificio y calle nos parezca sacada de un cuento de hadas.
En la fachada situada en frente del ayuntamiento, se asoma la torre de San Romualdo, la cual se encuentra en la catedral del mismo nombre. Seguimos nuestro camino guiados simplemente por nuestro instinto. Y así, nos adentramos en la catedral de San Romualdo.
La torre de la catedral de San Romualdo es Patrimonio de la Humanidad y es una de las más altas de Bélgica. Puedes subir a ella, tras 538 escalones, para disfrutar de unas hermosas vistas. La catedral tampoco se queda corta. Puedes pasear por su interior admirando cada detalle, así como una de sus escaleras de madera muy curiosa.
En Malinas, desde el Sol, las personas en bicicleta, las propias indicaciones y las fachadas la llenaban de encanto. Seguimos nuestro recorrido por IJzerenleen, la calle principal repleta de restaurantes, cafeterías y tiendas. Los banderines de colores que decoraban la calle ayudaban a darle ese toque medieval. En esta calle se sitúa también el gracioso y curioso edificio Schepenhuis.
El Schepenhuis, este edificio con apariencia de mini-castillo, ha sufrido muchos cambios a través de la historia. En su momento fue el ayuntamiento, posteriormente la sede del Tribunal Supremo de Malinas y la Biblioteca. Hoy en día alberga el museo de la ciudad con esculturas, bajorrelieves y pinturas.
Seguimos nuestro recorrido por su calle principal, disfrutando de cada paso hasta llegar al río Dyle. El río Dyle goza de un camino flotante de madera por el que poder pasear encima. Para seguir sumándole más encanto a Malinas, bajamos hasta este camino Dijlepaad, y disfrutamos de Malinas desde otro puntos de vista. Si durante todo el recorrido ya habíamos bromeado con el “vivir en Malinas”, viéndola desde su río, aún más. Soñamos en vivir en una de las preciosas casas que dan al río con su propio embarcadero. ¿Quién pudiera?
Una vez vueltos a tierra, seguimos caminando por sus calles. Esta vez sí buscábamos algo. Uno de los puntos más conocidos de Malinas son unas de sus fachadas. Su nombre: fachadas de Haverwerf. Se trata de tres fachadas cuyos ornamentos no tienen nada que ver una con la otra. De izquierda a derecha, la primera representa a San José, la central el demonio y, por último, la representación del cielo con relieves del Jardín del Eden. Toda una curiosidad bastante divertida de ver.
Tras ello, y con muy buen gustillo de boca, empezamos a dar marcha atrás para volver a la estación de tren que nos llevaría a Bruselas. Malinas nos sorprendió. No tendríamos algo a destacar, no hay un gran monumento o algo super conocido, pero toda en conjunto tiene un encanto especial que siempre recordaremos.
Recordad, si nos mudamos a Bruselas, Malinas será nuestra casa 😛
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