Necesito decírtelo, necesito contártelo. Sincerarme…
Hace una semana que te fuiste y te echo de menos.
Algunos dirán que eras demasiado enana o que eran pocas las palabras que nos intercambiábamos, pero para mí eran la vida. Eran la pizca que hacían que cada día fuera diferente y tuviera algo que me diera estabilidad.
Aveces no entiendo que es lo que pasa en este mundo y por primera vez afirmo y grito: ¡Que injusta es esta vida!
Hay muchas cosas que no tienen explicación, pero esta es la que menos sentido tiene de todas. Cada día me carcome la cabeza los minutos y horas que paso intentando encontrar la solución a esta encrucijada, a esta realidad.
La realidad es que ya no estás. Te fuiste. Moriste. Me has dejado.
Mi pequeña, Nuuki, hacía apenas un año y cinco meses que estabas con nosotros. Aunque para muchos pueda parecer poco tiempo, para nosotros ha sido lo suficiente para que formes parte de la familia. Rubén, tú y yo. Esa era la fórmula de la felicidad. No lo sabía pero así era.

Tener una conejita como tú puede parecer tarea fácil, pero no lo es. Las atenciones que necesitabas eran miles. Poco está escrito acerca de los conejos y contigo cada día era una aventura. Aún así daría millones por poder seguir dedicando horas a esos cuidados que necesitabas.
Una de las cosas que más me gustaban de tenerte era ver cómo crecías, como te hacías una grandullona, un culo gordito… Cada día aprendías y yo junto a ti. Incluso en tu última semana con nosotros conseguiste una gran hazaña: ¡subirte a las sillas de casa! Así podías darnos más por saco mientras trabajábamos, ¿verdad gordita?
Cada mañana nos levantábamos a prisa, nunca tarde, para verte con esos ojazos brillantes como aguardabas el desayuno. Mientras desayunábamos nos dabas tus buenos días a golpecitos de hocico. Nos encantaba trabajar en casa para estar contigo, junto a ti, porque nos hacías la vida más fácil. Aveces nos dejabas con las vistas de tu culito, de cola blanca, y cuando creáis que merecíamos un descanso venias a por nosotros para darnos pequeños mordisquitos.
El amor que me dabas era infinito con los besos que me hacías con esa pequeña lengüita y cuando te tumbabas, tan adorable, en el suelo, en el sillón, en el sofá, en la silla,… Si es que has dejado rastro en toda la casa, en nuestras vidas y corazones.
Hace una semana que ya no estás con nosotros. Hace una semana que mi vida es un caos y estoy dando tumbos sin objetivo alguno.
Ser una pareja viajera con una conejita no es tarea fácil. Tras dejar los trabajos en octubre estábamos buscando la manera, la solución, la técnica para encajar los sueños que teníamos los tres. Y créeme, esa solución estaba llegando.
El último mes había consistido en buscar una camper ideal para convivir los tres por donde la carretera nos llevará. Ya le habías perdido el miedo a los viajes en coche, ¿qué iba a suponer para ti los viajes en camper? ¡Estaba chupado!
Buscar la camper ideal, comprarla, esperar a que pasara el verano y tras ello… el mundo iba a ser nuestro. Iba a ser tuyo.
Te merecías tanto, tantísimo. Lo que más me rompe el corazón estos días es pensar en lo poco que merecías este pronto fin, en lo mucho que merecías VIVIR. En lo mucho que te quería y todo el amor que aún me quedaba por darte.
Lo peor es que te sigo queriendo, sigo queriendo que estés aquí, sigo queriendo ese futuro contigo, sigo intentando encontrar la respuesta a por qué te has ido.
Y la mierda de realidad, porque no hay otra manera de decirlo, es que no hay marcha atrás. No existe solución a esto. Y, ¿ahora qué?
¿Qué hago? ¿Qué hacemos? ¿Dónde estás?
Llevo días apática sin ganas de nada. No se si viajar, si seguir con esto, si intentar darle una buena vida a otra pequeñín como tú, si darme tiempo. Vivo en un limbo incómodo que me impide avanzar, dado que no tengo camino por el que andar.
No sé cuánto tiempo durará esto pero me vuelve loca. Mi cabeza sin unos objetivos, una lista de tareas, una lógica, no funciona. Ahora este sistema se ha alterado. No hay orden alguno.
Espero poder encontrar un desenlace a esto pronto, porque la duda me carcome. Mientras, seguiré soñando en tus grandes ojos marrones, en tu nariz inquieta, en tu color gris y colita blanca.
Ahí donde estés. Esto no es lo mismo sin ti.
Te echo de menos.